DAMIAN
Desde chiquito,
Damián se destacaba cuando encaraba con pelota dominada y se iba al gol, los
pibes del barrio le gritaban
“dale Damián, corré, esquivalos,
no aflojes… te necesitamos…”
y Damián les daba el
gusto y llegaba al gol con pelota dominada
En el año 74
participó de los Torneos Evita y la rompió, ese año miró el mundial de Alemania y soñaba ser como
el Ratón Ayala y se ponía los botines sacachispas y decía “ búsquenme en el
barrio, porque en Europa no me consiguen”.
Damián era, además un
muy buen alumno y solidario con sus compañeros. Les ayudaba a hacer las tareas
para que pudieran salir al recreo a jugar a la pelota.
Su padre era delegado
de la UOM de los
talleres de Saglio y siempre lo alentaba para que jugara pensando en sus
compañeros.
Los sábados para él
eran una fiesta se levantaba, desayunaba liviano y a patear a la canchita del
barrio. A veces se organizaban y se hacían una escapadita a la Ciudad Deportiva
de Boca. Los domingos a la cancha, a la Bombonera, infaltable.
En un campeonato
entre barrios, uno de sus compañeros, el Marito, que era el 7 más rápido, picó al vació tras un pase de Beto y
Damián se mandó solo por el medio como número 9. Pero el Marito cuando estaba
por llegar a la pelota aflojó el ritmo y cayó redondo contra la línea de cal.
El susto de todos fue
terrible y lo acompañaron hasta la sala del barrio. El médico después de
hacerlo reaccionar salió y habló con una enfermera y los reunió a todos.
Damián miraba con los
ojos redondos lo que le decía el médico, no podía entender que hablara de
hambre, de que el Marito había tenido un desmayo por hambre. Recordaba que cada
mañana la mamá le hacia pan con dulce y le pedía que comiera, porque el
desgaste de jugar a la pelota era mucho.
Volvió a su casa
preocupado y lo comentó con su papá y charlaron mucho sobre lo que era el
deporte, el hambre, el barrio, entonces Damián pensó que tal vez varios de los
chicos del equipo podrían estar en las mismas condiciones del Marito.
Durante la
semana anduvo por los negocios del
barrio pidiendo un paquete de fideos o manteca para hacer el almuerzo del sábado
antes de jugar al fútbol. No quería que ninguno de los chicos del equipo se
sintiera mal por el desgaste del partido. A los comerciantes del barrio les
gustó la actitud de Damián, ya que el pedido no era una avivada, sino un acto
de solidaridad. No sólo le dieron los fideos y la manteca, sino que acercaron
algunas frutas y jugo y la panadería que se había comprometido a darles el pan
que quedara del día anterior les llevó pan fresco y hasta calentito.
Fue una fiesta y a la
tarde se quedaron a ver el partido
alentando a la muchachada del barrio y cuando Damian recuperaba la
pelota y encaraba la gente le gritaba
“… dale Damián, corré,
esquivalos, no le aflojes, te necesitamos…”
Y Damián llegaba al gol
alentado por todo…
El tiempo fue pasando
y los sábados fueron días de fiesta para el equipo. El sentir fue tan solidario
que comían las familias enteras los “fideos de Damián”, como les gustaba
llamarlos.
En el 78 vieron los
partidos de la selección todos juntos y Damián se encargaba de organizar las
comidas y disfrutar junto a sus vecinos de cada partido, lo veía a Kempes a
quien recordaba del mundial 74 y soñaba con ser como él, quien encarara a los
equipos extranjeros y llegara al gol y se imaginaba a todo el barrio gritando
sus goles agarrados del alambrado del estadio de River.
Luego de un partido
se le acercó un hombre y lo invitó a probarse en Boca. Fue tocar el cielo con
las manos, comenzó a entrenar y de vez en cuando veía a los jugadores de
primera pasar a su lado, recuerda que había uno de la tercera que siempre le
preguntaba por los fideos y los cargaba ante el resto diciendo que eran los
mejores fideos de la zona los que se hacían en el club del barrio y Damián se
sentía orgulloso.
Un día le pidieron
que apurara su estado físico que en 15 días iba a ir al banco de la reserva con
posibilidades de entrar porque el 9 que había se iba a otro club. La emoción
fue tremenda, le contó a los chicos del barrio, todos lo acompañaban a correr,
lo peloteaban, le tiraban centro para que anticipara de cabeza, todos
trabajaban de entrenadores personales para que estuviera a punto para ese
partido.
Dos días antes de su
debut, al salir del entrenamiento en la bombonera le confirmaron que sería
titular. Estaba tan feliz, se bañó en silencio, pensando, soñando con los ojos
abiertos bajo el agua. A la salida desde un auto le ofrecieron llevarlo hasta
el barrio y como se negó, bajó un hombre y lo subió zamarreándolo.
Lo llevaron a la Escuela de Mecánica de la Armada, lo tuvieron 3 días
sentado en un banco, nadie le hablaba, le daban de comer pan y agua y no le
permitían que se durmiera.
El cuarto día vino un
oficial y lo llevó a recorrer unos galpones y sótanos… había gente atada, con
los ojos vendados, lastimada, sangrando, con claros signos de dolor, chicos de
su edad, mujeres, hombres.
Al salir de ahí el
oficial le dijo que no olvidara lo que había visto y que se lo contara también
a su padre para que supiera lo que tenía que hacer en el taller. Que ahora lo
llevarían hasta su barrio nuevamente y que se dejara de joder con las ollas
populares de los sábados.
Antes de subir al
auto lo miró de frente y le dijo:
“ pibe dejate de
joder de confundir pelota con política, sos muy chiquito y no queremos pichones”,
después de acariciarle la cabeza le dio un tiro en cada rodilla…
lo tiraron en la
canchita de fútbol del barrio…
Hoy Damián es maestro
en la escuela que queda a la vuelta de su casa, director técnico del equipo de
fútbol y dirige el comedor comunitario del barrio. Cuando van a las marchas,
para pedir por mejoras y son reprimidos por la policía, Damián se aferra a sus
muletas y los vecino le gritan
“…dale Damián, corré,
esquivalo, no aflojes, te necesitamos…”
RM