https://youtu.be/NrCI0Xjt_VE
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martes, 3 de abril de 2018
Poesías para dejar en el camino (20)
del libro POEMAS PARA DEJAR EN UN PARABRISAS
1
se convierte en
mágico
el espacio del
recuerdo
la palabra
el gesto.
Amanece y eso
no es poco
el sol
está siendo
negado
a pesar
de la certeza
del mundo
de conocer su
existencia
2
conocés mis
palabras
te nombran
te acarician
militan en tu
piel
sin embargo
sólo decirlas
renuevan tu
mirada
3
tiempo de
Alejandra
colores húmedos
y mi promesa
4
hay un tacho de
basura
que funciona de
receptor
de las caricias
dadas al azar
en él, jamás
dejaría un
rastro
de tu mirada
5
encuentro sobre
adoquines
olvidados
miles de
huellas
que nada dicen
de vos
son adoquines
con una bella
forma de
duendes
y con colores
excedidos del negro
que esperan tu
paso
para
considerarse
indispensables
en el camino
6
humedad en el
espacio
de nuestros
cuerpos
sensaciones
encontradas
sin palabras
nudo decapitado
y tu espalda
que dice adiós
7
en medio de
luces encendidas
una sombra
trae tu luz…
y el resto
es sólo penumbras
8
dejame tocar el
miedo
que hay en el
licor
de mentas
necesito tu
sabor
Cuidado, animales sueltos (20) - Una historia de amor en el sur
Una historias de amor en el sur
En un bosque del sur, cuentan una leyenda que habla de la palabra
Se dice que se conocieron por caminos de la vida, que intercambiaron
miradas y después se fueron de ellos mismos, para necesitar saber el uno del
otro y escribirse.
Cartas distraídas comenzaron a viajar por el sendero de los lagos, la
espesura de las ciudades pobladas de palabras vacías. Atravesaron el mar hasta
enquistarse en una y otra mirada, juntarlas, amalgamarlas y dejar que pusieran
formas de reencontrarse.
En la época de las frutas de carozo ella hablaba con sonidos de miel y
repasaba mitos orientales. Buscaba en los sonidos…canciones
No son frecuentes los encuentros
en bosques del sur llevados por la palabra y menos entre personas que solo
buscan ser poesía.
Vecinos de la zona dicen que alguna vez vieron bajar un hombre desde la
zona del Dique Ameghino que llevaba en sus espaldas una luminosa mochila con
libros de los autores mas reconocidos y menos leídos, que en él pasaban a ser
los libros más bellos de la zona.
Otros lugareños hablan que una mujer con largas polleras y los ojos de
páginas de arroz recorría la ruta del desierto dejando sobre las rocas
milenarias las marcas de su sexo.
Lo cierto es que en un lugar del sur, cerca de los bosques que rodean un
lago, ellos se encontraron y sin mediar palabras abrieron sus libros, sirvieron
té con sabor a mosqueta y michay y dejaron que las palabras fueran parte de las
miradas.
Ella mojaba su dedo índice en la boca de él y pasaba hojas que leía en
silencio y que él escuchaba desde su alma. La ceremonia hacia que durante toda
la noche las velas estuvieran prendidas y que desde la chimenea se esparcieran
humos rojizos y azules.
La casa del bosque tenía un caminito de piedras que eran pisadas por
enamorados que se acercaban a ver por la ventana la ceremonia de las lecturas
en silencio. Muchos regresaban diciendo que la casa estaba vacía y las viejas
del pueblo aseguraban que en ellos no había amor por eso no podían sentir su
presencia.
La casa se fue llenando de libros que dejaban en la puerta con
dedicatorias de todo tipo, algunas personales entre las parejas que asistían y
otras dedicadas a la pareja que supuestamente vivía en la casa.
Siempre se habló de la magia de la lectura en silencio, pero fue una
primavera, de esas que nadie repara en los visitantes, que se hizo presente en
la zona una pareja de viejitos que quisieron acercarse a la casa del bosque.
Se alojaron en el hotel del pueblo y por la mañana bajaron al comedor
con una edición muy vieja del Violín del Diablo, de González Tuñón y otro libro
sin tapas de 1929, El Amor y la
Poesía de Paul Eluard. Los dos reían y la moza dice haber
escuchado que eran los libros con lo que se habían enamorado hacía más de 70
años.
Luego del desayuno, con dos sombreritos de exploradores y una mochila
que sorprendía por tener un dibujo de The Beatles, salieron caminando hacia la
casa del bosque.
Regresaron muy arde, ella aun tenía los ojos con lágrimas y él reía
maravillado en su expresión.
La moza, que era una escéptica que consideraba que todos los que subían
no veían nada y sólo lo hacían para sacarse fotos y mostrarlas a los amigos mas
místicos, los escuchó comentar antes de la cena la belleza de haber vivido esa
experiencia.
- pero ¿los vieron?
- No solo los vimos, sino que tomamos el té con ellos. Tenían la misma
edición de Paul Eluard y durante tres horas compartimos las lecturas en
silencio y escribimos poesía.
Todos los que estaban en el hotel los miraron a sabiendas que los
viejitos mentían, pero les produjo mucha ternura pensar que a esa edad aun
creían en la Fábula
de las Palabras.
Pidieron la cena y él leía un libro en silencio mientras ella se
emocionaba como si estuviera escuchando lo que leía. El resto de los comensales
de esa noche no podían dejar de mirar a los viejitos y la moza escéptica había
comenzado a dudar de su posición.
Pidieron de postre milhojas y licor de grosellas y aun en silencio la
mujer comenzó a meterle los dedos en la
boca a su compañero y cuando los sacaba casi babeando, apoyaba sus dedos en un
cuaderno, escribiendo las poesías más bellas de amor, que fueron dejadas en la Casa del Bosque y aun hoy son
leídas por los enamorados que juran amor eterno.
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